Interessant reflexió de Jordi Badia a El País del 10/6/11 respecte de la perversa legislació sobre avals
Los buenos propósitos de una ley suelen perderse por el camino. Indefectiblemente, cuando la norma no se adapta a la realidad cambiante. Sería el caso de la Ley del Deporte que a principios de los 90 forzó a los clubes de futbol a convertirse en Sociedades Anónimas Deportivas (SAD). La Ley, de 15 de octubre de 1990, fue precedida de un Plan de Saneamiento del fútbol español. El objetivo era doble: por un lado enjugar la deuda de los clubes de la Primera y la Segunda División, que a 31 de diciembre de 1989 ascendía a 26.000 millones de pesetas; y, por otro lado, gracias a las SAD, recapitalizarlos y responsabilizar a sus directivos y socios de las futuras deudas a que pudieran incurrir.
Aquellas medidas se vendieron como la última oportunidad del fútbol español para entrar en la senda de la racionalidad económica y la responsabilidad mercantil de sus dirigentes. A tenor de la evolución de los hechos, es evidente que buena parte de los objetivos perseguidos entonces se han dado de bruces con la realidad de un fútbol todavía más endeudado y con la mayoría de sus clubes sobreviviendo entre angustias financieras y litigios judiciales.
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