Tuiteé ayer que las personas brillantes triunfan (y se van, o les echan) pero las mediocres se quedan, y me preguntaron si me refería al fútbol o a la política. Qué más dará. Aplícalo donde quieras y verás que cuando el brillo desaparece el ácaro campa a sus anchas. Para muestra, el Barça. Tan cainita como siempre; más sucio que nunca.

El poder real no puede permitirse el lujo de mantener el buen nombre de los que levantan Champions y llevan al Barça a cotas que los mediocres no sabrían ni situar en el mapa. Debe ser por eso que entre dos o tres de esa calaña han desguazado en apenas un año el bólido que los llevó a la cumbre. Empezando por el piloto, claro.
Es éste un hecho que tampoco debería sorprendernos, pues el pasado avisa siempre con voz clara y entendedora a todo el que quiera escucharle. De hecho el Guardiola se pira pero Sandro y Tito se quedan no es más que un remake del triángulo rectángulo que protagonizaron en los noventa una lustrosa hipotenusa holandesa y dos catetos más de aquí.
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